



Probablemente ustedes no lo saben ya que nunca lo he contado por aquí, pero nunca he sido muy fanática de la playa.
Antes de que les dé un ataque al corazón o me inunden con preguntas y argumentos para hacerme cambiar de opinión, debo decirles que no tengo nada en contra del sol, arena y mar pero prefiero (por mucho) a las ciudades o lugares montañosos. Pero cuando me preguntaron qué me parecería ir a la playa con mi familia para la primera semana de vacaciones, tampoco me iba a negar.
Así que la noche del nos subimos a nuestro (un poco retrasado) vuelo y poco después de una hora ya estábamos aterrizando en el aeropuerto internacional de Vallarta.
A pesar de que nosotros no nos quedamos en Puerto Vallarta, sino en un hotel de Nuevo Vallarta, uno de los días aprovechamos para rentar un coche y conocer el centro de Vallarta; admirando las esculturas de Sergio Bustamante, comiendo mariscos frescos en el Blue Shrimp junto a la playa, visitando el mercado de artesanías en la isla del río Cuale, caminando por su malecón y buscando tejuinos ya que como buenos tapatíos no podíamos irnos de Puerto Vallarta sin uno.
El resto de la semana consistió en conocer otros lugares de la Riviera Nayarit (de los que les hablaré más en el siguiente post) y pasar el día comiendo, leyendo y relajándonos en el hotel.
Me da gusto reportarles que en esta semana la única mala suerte la experimenté arriba de un kayak rentado donde sufrí varios revolcones a costa de las olas del Pacífico, pero ahora que los moretones han desaparecido lo recuerdo entre risas.
-Agatha